lunes, 21 de diciembre de 2009

Por Nietzsche

Sucedió en la librería. Yo no lo iba buscando. Pero no pude evitar detenerme en la sección de filosofía a ojear las últimas novedades. No hay muchas, cada vez parece que hay menos filósofos que escriban o a los que se les publique… ¿O me lo parece a mí? Michel Onfray no era para mí un desconocido, sus líneas de investigación han resultado controvertidas porque siempre ahonda en cuestiones defendidas por dogmáticos ¿Qué cabía esperar? ¿Que se quedarían de brazos cruzados? Por lo menos habrá que sacudirlos, aunque que no vayan a cambiar de opinión ¿no? En la estantería muchas de sus obras (deben de estar vendiéndose bien), me sonaban, eran títulos que había oído antes excepto una obrita en cuyo canto apenas podía leerse el título: El sueño de Eichmann. ¿Eichmann? ¿El llamado “arquitecto del Holocausto”? En ella Onfray, partiendo del libro de Hanna Arendt Eichmann en Jerusalén, plasma en una pintoresca pieza teatral cómo las tesis kantianas tienen mucho más que ver con el nazismo, que los pensamientos de Nietzsche.
Hanna Arendt comenta cómo el testimonio del genocida incurría en lo que llamó “banalidad del mal”, es decir, la idea de que este teniente coronel encargado de la organización logística del transporte del Holocausto, simplemente alegaba que estaba actuando bajo órdenes; él tan sólo obedecía la ley por la misma ley. ¿Pero acaso esto lo eximía de culpa? ¿No se incurre sino en impunidad? Lo grave lo encontramos cuando pensamos: ¿Hasta qué punto habíamos llegado para que alguien no fuese capaz de sentirse culpable habiendo cometido actos crueles?

El sueno de Eichmann recrea un divertido diálogo entre el criminal y Kant con pequeñas incursiones irónicas de Nietzsche. La fuerte moral kantiana es estudiada por Eichmann desde pequeño. La obediencia a la ley y el derecho sin interrogarse los medios por medio de los cuales la ley llego a ser ley, quedando restringido el uso del espíritu crítico al análisis interior.
Una filosofía que hace aguas por su carácter puramente teórico. Es realmente expresiva la escena en la que Eichmann le echa en cara a Kant el hecho de ser un personaje más bien inhóspito y solitario, obsesionado por el afán purista que lo llevó a la creación de todo un entramado de lo que los hombres “deberían ser” sin tener en cuenta lo que los hombres “ya eran”.

-Eichmann: (…) Usted ha vivido con la cabeza en su famoso cielo estrellado y yo en el lodo del mundo, pero este es el único mundo que existe…Usted es puro, por supuesto, limpio, evidente, pero nunca bajó del cielo de las ideas. Yo, por supuesto, por haber vivido en lo real, en la historia, en la materialidad de las cosas, soy impuro, sucio. Porque he vivido... Usted, Kant ¿Vivió alguna vez?
-Kant (asombrado, estupefacto): Sí, he vivido, tenga usted la seguridad de que he vivido…
-Nietzsche: No es tan seguro…

Irremediablemente se me ha venido a la cabeza la última película de Michael Haneke: La cinta blanca (Dass Weissse Band). Un retrato de la vida de un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania justo antes de la I Guerra Mundial. Un relato estremecedor de los estragos de una moral que reprime los sentimientos y alza la bandera del ideal. Muy recomendable.

En definitiva, quizás esta obra nos sirva para hacer la justicia que le debemos a Nietzsche por interpretar su filosofía de manera equivocada. ¡Si levantara la cabeza!

martes, 15 de diciembre de 2009

ÁGORAS VIRTUALES

"Cuidate bien del que te niega el acceso a la información, porque en el fondo de su corazón, tan solo desea ser tu amo” (Anónimo)

La vinculación entre derecho y conocimiento no tiene un pasado estable. Las redes de poder y conocimiento iban, hasta entonces, de la mano. Los distintos poderes establecían una jerarquía de acceso al conocimiento, lo cual significaba que el acceso a éste venía condicionado por una relación de dependencia: si queríamos conocer teníamos que dar algo a cambio, es decir, no había un conocimiento gratuito. Esta dependencia ha significado un “estar en deuda”, una deuda en ocasiones infinita, tanto por tenerla como por dejar de tenerla.
Actualmente ya no se emplea tanto la palabra conocimiento, sino más bien información (Sociedad de la información, desinformación, sobrecarga informativa…) ¿Qué ha sucedido? Esta sustitución de palabra en el uso puede arrojar luz sobre el cambio estructural de la forma en la que, hoy en día, formamos una opinión sobre algo. Por conocimiento, entiendo un determinado flujo de información organizado y sistematizado depositario de un juicio valorativo o una posición respecto de algo o alguien (¿Puede ser quizás un ejemplo de esto el clientelismo?). Por información, entiendo como un conjunto de datos significativos y pertinentes para el que los percibe. No se si con esto intuís lo que quiero expresar. Si antes nos daban la opinión formada (puesto que no disponíamos del acceso), ahora somos nosotros los que formamos la opinión. Por decirlo de una manera sencilla, hemos pasado de “lo contado” a “lo que contamos”. Parece un simple juego de palabras pero considero que tiene una importancia radical para entender un poco más la sociedad en la que vivimos.
La pregunta es ¿De dónde viene esta transformación? Está claro que no se puede atribuir a un único factor, sino a una multitud de factores interrelacionados. Una especie de caldo de cultivo con elementos que se retroalimentan continuamente y sazonados con una pizquita de azar. Pero hay un de esos factores que me parece relevante tener en cuenta: el nacimiento de lo que llamaré “ágoras virtuales”.
El desarrollo de la comunicación 2.0 ha subvertido las jerarquías que hasta entonces dominaban en la red. La comunicación dentro de Internet (Comunicación 1.0) se caracterizaba porque la información y el contenido de un determinado sitio lo producía un editor o Webmaster. Pero el desarrollo Web ha evolucionado en el modo en que los contenidos se estructuran. En 2004 Dale Dougherty empleó el término Comunicación 2.0 para caracterizar el fenómeno de páginas, donde son los propios usuarios los que crean los contenidos y gestionan dichas páginas. Esta nueva estructura más democrática está determinando nuestros comportamientos convirtiéndonos, no sólo en consumidores, sino también en productores; un nuevo rol que el Alvin Toffler acuñó con el término prosumers.
No se si somos del todo conscientes de lo que esto implica en nuestras vidas, pero creo fuertemente que ésta nueva configuración del sistema tiene un valor muy importante y ese valor es el de la responsabilidad de las cosas. No se si por eso se habla ahora tanto de la Responsabilidad Social Corporativa como manera de reconducir esta nueva demanda… La cuestión es que en todo este mecanismo hay una implicación emocional porque ahora somos un poco más partícipes (si lo deseamos) del funcionamiento del mundo en el que vivimos. Si no estáis convencidos os recomiendo que leáis el Cluetrain Manifesto (www.cluetrain.com)
¿Seremos capaces de asumir esta nueva responsabilidad? O más bien ¿Queremos asumirla?