Sucedió en la librería. Yo no lo iba buscando. Pero no pude evitar detenerme en la sección de filosofía a ojear las últimas novedades. No hay muchas, cada vez parece que hay menos filósofos que escriban o a los que se les publique… ¿O me lo parece a mí? Michel Onfray no era para mí un desconocido, sus líneas de investigación han resultado controvertidas porque siempre ahonda en cuestiones defendidas por dogmáticos ¿Qué cabía esperar? ¿Que se quedarían de brazos cruzados? Por lo menos habrá que sacudirlos, aunque que no vayan a cambiar de opinión ¿no? En la estantería muchas de sus obras (deben de estar vendiéndose bien), me sonaban, eran títulos que había oído antes excepto una obrita en cuyo canto apenas podía leerse el título: El sueño de Eichmann. ¿Eichmann? ¿El llamado “arquitecto del Holocausto”? En ella Onfray, partiendo del libro de Hanna Arendt Eichmann en Jerusalén, plasma en una pintoresca pieza teatral cómo las tesis kantianas tienen mucho más que ver con el nazismo, que los pensamientos de Nietzsche.
Hanna Arendt comenta cómo el testimonio del genocida incurría en lo que llamó “banalidad del mal”, es decir, la idea de que este teniente coronel encargado de la organización logística del transporte del Holocausto, simplemente alegaba que estaba actuando bajo órdenes; él tan sólo obedecía la ley por la misma ley. ¿Pero acaso esto lo eximía de culpa? ¿No se incurre sino en impunidad? Lo grave lo encontramos cuando pensamos: ¿Hasta qué punto habíamos llegado para que alguien no fuese capaz de sentirse culpable habiendo cometido actos crueles?
El sueno de Eichmann recrea un divertido diálogo entre el criminal y Kant con pequeñas incursiones irónicas de Nietzsche. La fuerte moral kantiana es estudiada por Eichmann desde pequeño. La obediencia a la ley y el derecho sin interrogarse los medios por medio de los cuales la ley llego a ser ley, quedando restringido el uso del espíritu crítico al análisis interior.
Una filosofía que hace aguas por su carácter puramente teórico. Es realmente expresiva la escena en la que Eichmann le echa en cara a Kant el hecho de ser un personaje más bien inhóspito y solitario, obsesionado por el afán purista que lo llevó a la creación de todo un entramado de lo que los hombres “deberían ser” sin tener en cuenta lo que los hombres “ya eran”.
-Eichmann: (…) Usted ha vivido con la cabeza en su famoso cielo estrellado y yo en el lodo del mundo, pero este es el único mundo que existe…Usted es puro, por supuesto, limpio, evidente, pero nunca bajó del cielo de las ideas. Yo, por supuesto, por haber vivido en lo real, en la historia, en la materialidad de las cosas, soy impuro, sucio. Porque he vivido... Usted, Kant ¿Vivió alguna vez?
-Kant (asombrado, estupefacto): Sí, he vivido, tenga usted la seguridad de que he vivido…
-Nietzsche: No es tan seguro…
Irremediablemente se me ha venido a la cabeza la última película de Michael Haneke: La cinta blanca (Dass Weissse Band). Un retrato de la vida de un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania justo antes de la I Guerra Mundial. Un relato estremecedor de los estragos de una moral que reprime los sentimientos y alza la bandera del ideal. Muy recomendable.
En definitiva, quizás esta obra nos sirva para hacer la justicia que le debemos a Nietzsche por interpretar su filosofía de manera equivocada. ¡Si levantara la cabeza!
El escenario político no es estático. Es necesaria una adaptación permanente al entorno. ¿Pero es posible alcanzar una fórmula infalible? Hablamos de una realidad contingente, las cosas suceden de una manera pero podían haber sucedido de otra. Es este pequeño grado de incertidumbre el que nos conmociona y hace posible la creación. Porque al fin y al cabo, la política no es algo abstracto sino experiencias humanas concretas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario