"Cuidate bien del que te niega el acceso a la información, porque en el fondo de su corazón, tan solo desea ser tu amo” (Anónimo)
La vinculación entre derecho y conocimiento no tiene un pasado estable. Las redes de poder y conocimiento iban, hasta entonces, de la mano. Los distintos poderes establecían una jerarquía de acceso al conocimiento, lo cual significaba que el acceso a éste venía condicionado por una relación de dependencia: si queríamos conocer teníamos que dar algo a cambio, es decir, no había un conocimiento gratuito. Esta dependencia ha significado un “estar en deuda”, una deuda en ocasiones infinita, tanto por tenerla como por dejar de tenerla.
Actualmente ya no se emplea tanto la palabra conocimiento, sino más bien información (Sociedad de la información, desinformación, sobrecarga informativa…) ¿Qué ha sucedido? Esta sustitución de palabra en el uso puede arrojar luz sobre el cambio estructural de la forma en la que, hoy en día, formamos una opinión sobre algo. Por conocimiento, entiendo un determinado flujo de información organizado y sistematizado depositario de un juicio valorativo o una posición respecto de algo o alguien (¿Puede ser quizás un ejemplo de esto el clientelismo?). Por información, entiendo como un conjunto de datos significativos y pertinentes para el que los percibe. No se si con esto intuís lo que quiero expresar. Si antes nos daban la opinión formada (puesto que no disponíamos del acceso), ahora somos nosotros los que formamos la opinión. Por decirlo de una manera sencilla, hemos pasado de “lo contado” a “lo que contamos”. Parece un simple juego de palabras pero considero que tiene una importancia radical para entender un poco más la sociedad en la que vivimos.
La pregunta es ¿De dónde viene esta transformación? Está claro que no se puede atribuir a un único factor, sino a una multitud de factores interrelacionados. Una especie de caldo de cultivo con elementos que se retroalimentan continuamente y sazonados con una pizquita de azar. Pero hay un de esos factores que me parece relevante tener en cuenta: el nacimiento de lo que llamaré “ágoras virtuales”.
El desarrollo de la comunicación 2.0 ha subvertido las jerarquías que hasta entonces dominaban en la red. La comunicación dentro de Internet (Comunicación 1.0) se caracterizaba porque la información y el contenido de un determinado sitio lo producía un editor o Webmaster. Pero el desarrollo Web ha evolucionado en el modo en que los contenidos se estructuran. En 2004 Dale Dougherty empleó el término Comunicación 2.0 para caracterizar el fenómeno de páginas, donde son los propios usuarios los que crean los contenidos y gestionan dichas páginas. Esta nueva estructura más democrática está determinando nuestros comportamientos convirtiéndonos, no sólo en consumidores, sino también en productores; un nuevo rol que el Alvin Toffler acuñó con el término prosumers.
No se si somos del todo conscientes de lo que esto implica en nuestras vidas, pero creo fuertemente que ésta nueva configuración del sistema tiene un valor muy importante y ese valor es el de la responsabilidad de las cosas. No se si por eso se habla ahora tanto de la Responsabilidad Social Corporativa como manera de reconducir esta nueva demanda… La cuestión es que en todo este mecanismo hay una implicación emocional porque ahora somos un poco más partícipes (si lo deseamos) del funcionamiento del mundo en el que vivimos. Si no estáis convencidos os recomiendo que leáis el Cluetrain Manifesto (www.cluetrain.com)
¿Seremos capaces de asumir esta nueva responsabilidad? O más bien ¿Queremos asumirla?
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